Three of them, The Death, Carlos Jose Urquijo (@fotosmentales) |
Como vimos en el post anterior, el Día de muertos data del México Antiguo donde ya se veneraban las almas de los difuntos, si bien la festividad actual se originó por el sincretismo de los ritos prehispánicos con las fechas traídas por la Iglesia católica, el Día de muertos es un signo característico de lo mexicano y posee un sello único. ¿Por qué? Intentaremos descubrir en qué consiste actualmente y, sobre todo, lo que representa esta gran celebración mexicana.
Hay que decir que festejar el Día de muertos no es algo que hagan todas las familias, debido a diferentes creencias y a que hay muchas que se apegan o bien a la tradición católica, o a la costumbre del Halloween. A pesar de esto, el Día de muertos es ante el mundo un ícono representativo de lo que es México y como mexicanos -celebremos o no- hay que sentirnos orgullosos y conocer mejor una tradición tan antigua, tan colorida y tan única.
Foto de KareNehuatl, @karenehuatl |
Para no confundirnos, el Halloween tiene origen celta, pues el 31 de noviembre se celebraba el Samhain, que era el fin de la cosecha (el año nuevo celta) en el que se abría un espacio hacia otro mundo, mas cuando Europa se convirtió al cristianismo, esta tradición cambió y se instauraron las celebraciones del Día de todos los Santos y el Día de los fieles difuntos (1 y 2 de noviembre respectivamente). De hecho, la tradición celta del 31 de octubre comenzó a recibir el nombre de "All Hallow's Eve” (la vigilia de Todos los Santos, por tratarse del día anterior a la celebración cristiana) pero con los años dicho nombre se convirtió en el famosísimo Halloween. Actualmente la gente mezcla todas las celebraciones entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre, no parece haber gran distinción, pero el Día de muertos no debe ser confundido ni diluido con ninguna otra fecha porque representa, en gran medida, el espíritu mexicano.
El Día de muertos
Oficialmente el 1 y 2 de noviembre se celebra el Día de muertos, pero la celebración comienza antes y, como para toda gran fiesta, existe una anticipación y preparación de semanas. Las panaderías comienzan a oler a delicioso pan de muerto, los puestos de flores adquieren un tono anaranjado característico de la fecha, los vendedores ambulantes pasan por las calles con calaveras de todos los tamaños, la gente prepara en sus hogares los altares de sus muertos...
Sara Álvarez, @saralvarez10 |
Actualmente en San Isidro Buensuceso (Tlaxcala) y en La Huasteca (Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí e Hidalgo) la celebración comienza desde el 28 de octubre, atendiendo un poco al origen mexica de las festividades que conmemoraban los diferentes tipos de muerte. La fiesta en Janitzio (Michoacán) es quizá la más icónica, pues, tradicionalmente, niños y mujeres se congregan en el cementerio y con toda solemnidad colocan sobre las tumbas de sus difuntos sus ofrendas, adornan con flores, velas y los manjares que sus muertos preferían; mientras que los hombres rodean el cementerio y participan desde fuera del ritual que consta de oraciones, cantos y tintineos de campanas que duran toda la noche para que las almas de todos los difuntos puedan participar de la celebración con la que se amanece el 2 de noviembre.
Foto de Israel Farcierth, @ifarcierth |
En 2003 la tradición mexicana de origen prehispánico del Día de muertos fue proclamada por la UNESCO Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Aunque en muchos lugares de Latinoamérica hay celebraciones similares al Día de Muertos mexicano, no parecen tener el origen prehispánico, sino deberse más a la colonización y al sincretismo de culturas. Por ejemplo, en La Paz Bolivia se celebra cada 8 de noviembre, la festividad de "las Ñatitas" (narices chatas) como agradecimiento a los muertos, en la que se veneran cráneos humanos decorados. La gente venera restos exhumados y pasados de generación en generación porque creen que los protegen y acompañan. Y así hay también celebraciones similares en Guatemala, Colombia, Honduras, Costa Rica y Bolivia.
El Día de muertos en México es el día -o los días- en el que las almas de quienes ya han partido, al ser recordadas, regresan para ser recibidas con inmensa alegría. Las ofrendas, la comida y la música coronan la tradición más icónica de México. Ese día, el mundo de los vivos se encarga de honrar, recordar y celebrar la vida de sus difuntos. Un vínculo entre dos dimensiones a través de la eterna dualidad vida y muerte. El mexicano no ve la muerte como algo malo, sino como algo natural que inicia el camino al descanso del alma, pero que no por ello lo separa de sus seres queridos. Pasa algo curioso, pues estos días los mexicanos llevan a su máximo esplendor la burla a la muerte, ¿qué importa la muerte si aún así puedo recordar a mis difuntos para que regresen este día y estén conmigo otra vez?
La ofrenda
Obviamente, la celebración no sería nada sin sus ofrendas. Los mexicanos preparan altares que homenajean y recuerdan a sus difuntos para que estos puedan encontrar el camino a su celebración y estar con ellos ese día. El recuerdo aviva la llama del Día de muertos. Por esta razón, cada altar es único y debe prepararse específicamente para los queridos difuntos. Sin embargo, hay varios elementos que tradicionalmente deben aparecen en la ofrenda y contribuyen a la carga simbológica que plantea toda la celebración.
Típicamente la ofrenda tiene niveles, según lo que se busca representar: dos para el cielo y la tierra, tres para añadir el Inframundo y siete asemejando los niveles que el alma recorre al morir. También en la ofrenda deben representarse los cuatro elementos: la tierra con las flores y frutas; el viento representado con el movimiento de papel picado; el fuego, la esperanza y la luz que alumbra el camino, con las velas; y el agua, la fuente de la vida, con vasijas, pulque, alcohol, etc. Las almas de los difuntos, después de su camino hasta sus ofrendas, llegan con apetito y sed por lo que en éstas debe haber algo que los pueda saciar. El inconfundible anaranjado de las flores de cempasúchil no falta en ninguna ofrenda, pues su característico olor impregna el ambiente del Día de muertos y sirve como guía para los difuntos hacia sus ofrendas. De hecho, se acostumbra trazar un camino con pétalos de la flor para orientarlos.
Otros elementos tradicionales de los altares son el copal y el incienso -que limpian el ambiente de malos espíritus para que las almas de los difuntos no corran peligro-, la sal -que purifica-, el petate -como mantel y símbolo de descanso-, la comida -cuyo aroma impregna el aire y sirve de invitación a los difuntos, por lo que además suele prepararse el platillo favorito del difunto para ponerlo en el altar- y el pan -como símbolo de fraternidad-. El pan de muerto es de las delicias típicas que en época de muertos degusta el paladar mexicano y no falta en las ofrendas. Su origen data de la Conquista -cuando las harinas llegaron a Mesoamérica- y representan al muerto: sus huesos y su cráneo. Es parte del manjar de esta festividad por su delicioso sabor y su gran significado.
Ofrenda a Isidro Fabela, Museo Casa del Risco (CDMX) |
La calaverita
Cuando uno dice “calavera” en estas fechas, uno puede imaginarse muchas cosas. Esto exhibe la diversidad cultural que trae consigo la festividad del Día de muertos y la importancia de la concepción de la muerte y la vida del mexicano.
Foto de @neomexicanismos |
Por un lado, las calaveritas son versos tradicionales del Día de muertos de México. Antiguamente llamadas panteones, son rimas que nacieron como crítica social a modo de epitafios (normalmente son escritos dedicados a alguien como si ya estuviera muerto o como si la Flaca -como también se le conoce a la Muerte- se lo fuera a llevar ese día). Las calaveritas literarias retratan a la perfección el tono que el mexicano tiene para con la muerte: una mezcla de burla, respeto y alegría.
Por otra parte, el dibujo de la calaverita es otro ícono de la época. El grabado original de José Guadalupe Posada no fue hecho para el Día de muertos sino también como crítica social para publicaciones del siglo XX, pero se asocia con la fecha debido por supuesto a su alusión a la muerte. La Catrina, probablemente la más famosa de sus calaveritas grabadas -que se dice que Diego Rivera la bautizó con el nombre con el que es mundialmente conocida-, nació como una crítica al indígena, a la garbancera- como fue originalmente llamada-, que con la Conquista adoptó las tradiciones europeas y pretendió deslindarse de sus raíces. Sin embargo, la estola que normalmente la adorna alude a Quetzalcóatl (la serpiente emplumada), al origen que siempre permanece, y es retratada como calaca porque ricos o pobres, la muerte termina por llevarnos a todos. La muerte no hace distinciones. De cualquier modo, el grabado de Posada se convirtió en un personaje imperdible del Día de muertos que también se identifica en todo el mundo como un ícono de la tradición mexicana.
Calavera Catrina, José Guadalupe Posada (1910) |
Por supuesto las calaveritas también son los cráneos de barro, chocolate, azúcar o amaranto que adornan las ofrendas y representan a los difuntos. Pero hay una cuarta forma de calaverita. En estos días se acostumbra escuchar a la gente, y a los niños, “pedir calaverita”. El origen de esta costumbre es un tanto debatible, pero se supone que data de la antigüedad cuando un niño huérfano pintó su cara para pedir cooperación de alimento. La película de Macario (1960), ambientada en la víspera del Día de muertos, ilustra la calaverita como un regalo a los trabajadores. Actualmente en época de muertos, en las calles aún se entonan muchos “¿me da pa’ mi calaverita?”. aunque en algunos pueblos (como Xochimilco y Mixquic) la pedida de calavera se acompaña de cantos más elaborados como el siguiente:
Macario de R. Gavaldón |
“Ya llegó la Chilindrina a pedir su mandarina, ya llegó Jorge Negrete a pedir su gollete, ya llegaron los abuelitos a pedir tamalitos. Con los huesos de mi abuela voy a hacer una escalera y gritar ¡MI CALAVERA!”.
De cualquier modo, pedir y dar calaverita parece estar en el mismo tono de ofrendar y agradecer, que caracteriza a todo lo relacionado con el Día de muertos.
El día de muertos en la literatura, el cine y la música
Además de los versos de las famosas calaveritas, la literatura también ha tocado el tema de la muerte y su relación con el mexicano. Por ejemplo, Bajo el volcán (1947) de Malcolm Lowry y Macario (1950) de Bruno Traven -que inspira la película mexicana del mismo nombre- son novelas extranjeras que hacen alusión al Día de muertos. Y, por supuesto, del lado nacional, Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo es una de esas obras clave para visualizar cómo el mexicano se relaciona con la muerte.
En el cine, aunque existen algunos cortometrajes, como Hasta los huesos (2001) y Día de los muertos (2013), que han abordado lo que es la festividad de los muertos y a pesar de que hay múltiples películas que en algunas escenas incluyen alusiones a ella o incluso transcurren durante estas celebraciones, parece que Macario (1960), El libro de la vida (2014) y, por supuesto, la más recientemente estrenada Coco (2017) son los largometrajes que se han enfocado en llevar, como tal, la temática a la pantalla grande.
El libro de la vida (2014) |
En la música, aunque por supuesto hay canciones con referencias a la tradición mexicana, tampoco parece haberse explotado demasiado la temática, de hecho una de las canciones que más se identifican con el Día de muertos no fue compuesta con tal fin. La canción La Llorona, un son originario del istmo de Tehuantepec (Oaxaca) de la época de la Revolución, ha sido entonada por más de 50 intérpretes con múltiples variaciones en la letra y se ha asociado con el Día de muertos. Esto debido, tal vez, a sus temas más recurrentes: el amor y la muerte, y a sus referencias a la celebración, como las flores del camposanto (las de cempasúchil). Podría tratarse de una historia de un amor que se topó con la Muerte, pero que reafirma el vínculo amoroso y desafía a la muerte misma por medio del recuerdo: “Aunque la vida me cueste, Llorona, no dejaré de quererte… Me quitarán de quererte, Llorona, pero de olvidarte nunca”.
Comprender el Día de muertos en su totalidad es algo que quizá solamente algunos mexicanos logran. Por ello y por su inmensa simbología y variedad, el tema bien podría ser aún retomado en múltiples expresiones artísticas propias del mexicano, pues no hay duda de que esta festividad es algo que se siente.
Recordar frente a la muerte
Como hemos visto, el Día de muertos está cargado de un misticismo que solamente el mexicano parece comprender a plenitud, y no porque pueda dar una explicación de lo que sucede ese día, sino porque lo vive en carne propia. Pregunten a quien ha saboreado un pan de muerto que estuvo en una ofrenda cómo éste pierde su sabor, como si alguien lo hubiera absorbido; a quien observa cómo las flores de cempasúchil -las flores de muertos- florecen solamente en esta época del año y tienen un olor intenso y muy particular; a quien se estremece escuchando un “aunque la vida me cueste… no dejaré de quererte” y recuerda inevitablemente a quien ya se adelantó; a quien duerme en el cementerio para estar una noche más a lado de su difunto.
Escribió Octavio Paz en El laberinto de la soledad que “Una sociedad que niega la muerte, niega también la vida", y eso parece ser lo que enaltece la tradición mexicana del Día de muertos. El mexicano cree que sus muertos regresan a compartir, a disfrutar del banquete que se les prepara, a celebrar la vida. Lo cree porque en su mente abunda el recuerdo que es lo que permite que, a pesar de la muerte, sus difuntos vivan. El pueblo mexicano afirma la muerte y con la celebración de los difuntos lleva esta afirmación a su máximo esplendor; enaltece la diversidad, el colorido, la alegría, la fiesta, sus tradiciones y costumbres, la familia, el sentimiento y el vínculo que lo une a ella. La memoria mantiene viva la esencia de los que ya no están presentes. La tradición del Dia de muertos no sólo nos caracteriza a nivel mundial, sino que honra la muerte y exalta el hecho de que, como Posada lo retrató con su Catrina, un día todos seremos calacas pero, al mismo tiempo, defiende la vida, lo que permanece mientras alguien pueda recordarnos. La celebración mexicana de los muertos exalta el vínculo -el amor- que en vida creamos y que por medio del recuerdo permanece a pesar de la muerte. Una invitación para que nos adentremos en nuestras tradiciones, las recuperemos y jamás dejemos de recordar...
Datos curiosos
*La canción infantil más conocida del Día de muertos es Chumbala Cachumbala que explica a los niños algunas de las cosas que ocurren la noche del Día de muertos.
*Los Claxons tienen una canción titulada Día de muertos que aborda la temática de la vida y la muerte, y el poder del amor para siempre tener presente a los que ya no están.
*Las flores del camposanto es otra canción popular mexicana del Día de muertos que hace una analogía entre las flores de cempasúchil con los muertos a quienes adornan.
Foto de Milenio |
*El cortometraje Hasta los huesos (2001) tiene el récord de ser el más caro de la animación mexicana (aproximadamente 3 millones de pesos).
*007: Spectre (2015), la 24ª película de James Bond, se desarrolla en la Ciudad de México durante un Día de muertos. Aunque no aborda como tal la temática, en la escena inicial se aprecia un desfile lleno de catrines y carros alegóricos que pretenden mostrar lo que ocurre en esta fecha.
De hecho, a partir del 2016 se ha llevado a cabo el monumental Desfile de Día de muertos inspirado en el que muestra la película de Bond. Este año rindió homenaje a las víctimas y héroes del 19S.
Foto de Sara Álvarez, @saralvarez10 |
Aprovechamos este espacio para sugerirles que, si no lo han hecho, vayan a su cine más cercano a ver Coco. De verdad, la película tiene un argumento sensacional y su forma de narrarlo es un reflejo respetuoso y digno del espíritu del Día de muertos y de múltiples tradiciones de México. No hay duda de que los seis años que sus creadores pasaron investigando sobre la tradición de los muertos valieron la pena. ¡No se la pierdan!
Super interesante y bien informado! Ojalá algún día podamos pasar estas fechas en Pátzcuaro...sería glorioso!
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