Sales de trabajar a las 7:00 pm en punto, estás a escasos 5 minutos de salir cuando tu jefe se acerca para decirte que al otro día temprano saldrá a una junta y necesita que le hagas con urgencia una lista de los adeudos que va a pagar a primera hora del siguiente día, ya que es el último y no piensa pagar intereses. No es posible que declines la petición pues te urge un incremento de sueldo. Terminas 30 minutos después, al salir te das cuenta de que está granizando, por lo que tienes que correr por la avenida Baja California para llegar al metro Chilpancingo. Después de 3 trenes, entre empujones y codazos, te abres paso para subir al vagón. Adentro un par de señores empiezan a discutir, la pelea se apacigua cuando entre la multitud alguien grita: “¡si no te parece vete en taxi!”.
El tren va muy demorado, tarda cerca de 15 a 30 minutos en transportarse de una estación a otra, te empiezas a sofocar por el calor que produce tanta gente amontonada y la ausencia del sistema de ventilación. Seguido de secarte el sudor de la frente, metes la mano en tu bolsillo con la intención de sacar tu celular para ver la hora, buscas y buscas y te das cuenta de que ya no lo tienes, intentas recordar si no lo dejaste en la oficina, después de minutos de cavilar caes en cuenta que te lo han robado. Sientes ganas de reclamarle a alguien. Intuyes que el ladrón debe seguir en el vagón, pero te resulta ridículo pensar que revisarás a cada pasajero. Así que te resignas, el metro se queda parado cerca de 30 minutos en la estación Ciudad Deportiva, decides que puede ser más rápido caminar sobre el Viaducto Río de la Piedad, así que te aventuras. Sales, ves que la avenida está congestionada de automóviles debido a una leve inundación y un choque vehicular justo en el semáforo que está a la altura de la Calle 47, no se ve ningún policía de tránsito ayudando. Llegas a casa a las once de la noche empapado, te secas y te cambias, acto seguido prendes el televisor para escuchar algo mientras cenas, solo hay noticias en las que informan las inundaciones provocadas por la lluvia y el tráfico que producen. En otras noticias informan un posible incremento al precio de la gasolina, una guerra contra el narcotráfico en Michoacán, una mujer secuestrada por un uber en Aguascalientes, víveres que estaban destinados a Estados destruidos por un temblor de días atrás han sido robados. Decides apagar la televisión. La ira que te provoca toda esta sofocante lluvia de noticias amarillistas, los truenos y cláxones que vienen desde la calle hacen que desde tu corazón te surja el pensamiento: “no amo mi patria”. Odias su delincuencia, sus pésimos dirigentes, la imperante ignorancia, la injusticia. Lamentas que la belleza natural, cultural e histórica que tanto amas del país sea eclipsada por todo lo antes mencionado, crees que sería hipócrita decir que amas tu país cuando realmente odias vivir en él.
(Pedro
Méndez. Basado en Alta traición de
José Emilio Pacheco)
El cuento anterior busca hacer un humilde
homenaje al estilo que Pacheco utiliza en algunos de sus cuentos. Y aunque, evidentemente,
no está a la altura de la pluma del escritor mexicano, se tomó el riesgo de
intentar copiar su estilo para, a la manera de Pacheco, impregnar al lector de
la realidad que los mexicanos vivimos: un sentimiento de hostilidad ante la
situación actual del país.
Alta traición
No
amo mi patria.
Su
fulgor abstracto
es inasible.
Pero
(aunque suene mal)
daría la vida
por
diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos,
bosques de pinos,
fortalezas,
una
ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias
figuras de su historia,
montañas
—y
tres o cuatro ríos.
Este poema fue escrito en 1966 y, a
pesar de ello, Pacheco ya consideraba la ciudad “gris” por la contaminación;
“monstruosa” por la violencia, la injusticia, el hacinamiento y el desorden;
“deshecha” por la compra-venta de tantos inmuebles con el único fin de obtener
ganancia económica. Sin embargo, el mismo autor resalta los puertos: Veracruz,
Coatzacoalcos y Campeche; los bosques de pinos, los que en su infancia rodeaban
la Ciudad de México y ya han desaparecido para cuando escribe el poema; las
fortalezas: Chapultepec, San Juan de Ulúa y los baluartes de Campeche[1].
Mas, ¿qué buscaba el autor con estos contrastes? ¿Quién es él y por qué escribe
así? Intentemos buscar una respuesta.
¿Quién
es José Emilio Pacheco?
Muchos consideran a Pacheco un polígrafo, es decir, un hombre dotado de
una mentalidad interesada por diversos objetos culturales que después son
concretados en la escritura. Eso se comprueba en las diferentes ramas en las
que llegó a incursionar. Se le considera cronista, traductor, poeta, narrador,
escritor, editor, bibliófilo, periodista y ensayista. Nació el 30 de junio de
1939 en la colonia Roma de la Ciudad de México (calle de Zacatecas #76), aunque
también llegó a vivir en el puerto de Veracruz, por lo que ambas locaciones
serán muy recurrentes en su obra.
Estudió Derecho y Filosofía en la UNAM, donde
realizó sus primeros trabajos literarios para revistas estudiantiles, mas él
comenta que empezó a escribir desde mucho antes al querer continuar con la
historia, en su versión infantil, de la novela Quo Vadis? que le habían regalado sus abuelos. El legado que
construyó José Emilio Pacheco hasta el día de su muerte, el 26 de enero del
2014, cuenta con, al menos, 16 obras poéticas, 2 novelas, 3 libros de cuentos,
3 artículos y 6 traducciones, entre otras. Entre los premios que obtuvo a lo largo de su carrera cuenta con un
premio Miguel de Cervantes, Premio Ariel por mejor guion cinematográfico en 1973, premio Octavio Paz, Premio
Pablo Neruda, entre otros. No sin razón es considerado
una figura clave de la literatura mexicana del siglo XX.
Su obra
En la mayoría de sus textos se cuenta con
poesía, novelas y cuentos. En todos, el autor nos muestra que tiene
conocimientos amplios sobre la historia universal, pues hace alusión a personajes
como Lincoln, Alejandro Magno, Hittler y los nazis, etc. También en su obra lírica
tocó diversos temas que van desde sus elogios a diversos animales, a la
elaboración de un homenaje a Nezahualcóyotl. Sin embargo, sus temas más
recurrentes son el tiempo, la destrucción y la memoria.
A veces por estar anonadados en nuestras
grandes preocupaciones, proyectos, frustraciones, etc., olvidamos apreciar
cosas muy sencillas. Olvidamos que la vida está hecha de pequeños instantes, de
mínimos detalles, de aquello que la mayor parte del tiempo es imperceptible a
nuestros sentidos, pero estos nimios detalles son, en ocasiones, fundamentales
en nuestras vidas o marcan de alguna manera etapas de nuestra existencia, tanto
así que cuando se vuelve para apreciarlas ya solo se logran visualizar con
cierta carga de nostalgia. Eso que “olvidamos”
apreciar es el sello característico de Pacheco.
Se puede considerar a José Emilio Pacheco
como el mago que convierte la cotidianidad en poesía, un mago capaz de ver lo
maravilloso en lo que lo rodeaba. A través de sus escritos, nos ofrece una
experiencia singular de transportarnos en el tiempo, sacando a flote los restos
de un pasado que poco a poco se va olvidando.
En sus publicaciones más entrañables -Las batallas en el desierto y El principio del placer-, el autor nos
retrata los dos hogares que tuvo: la Ciudad de México y el puerto de Veracruz
de los años cuarentas y cincuentas, y en ambas obras nos demuestra la
fascinación que tenía por ellos. Pacheco nos retrata un México dirigido por el
presidente Miguel Alemán, un país que comenzaba a ser moderno y donde empezaría
a cesar lo tradicional poco a poco para comenzar a adoptar tradiciones y costumbres extranjeras. Sus obras nos transportan a un México en la época en
la que el autor vivió su infancia: a un puerto de Veracruz con su tradicional
café La parroquia; a una Ciudad de
México que aún tenía ríos, bosques y donde las montañas se podían apreciar por
la ausencia del esmog; a un tiempo en el que la televisión aún no aparecía, la
música se escuchaba en sinfonolas y los géneros que imperaba eran los boleros y
la música infantil de Cri-Crí. El
autor utiliza la magia de su pluma para llevarnos de la mano a una época en la
que los niños llevaban tortas de nata, borrachitos y cocadas para comer en el
recreo y baleros, trompos, canicas modelo agüita, cayucos,
ojo de gato, o “bombochas” para jugar; cuando coleccionaban las tiras cómicas de
Bazooka Joe, Mandrake el mago o La familia
Burrón.
Su obra en la actualidad
En el mismo viaje a través del tiempo, increíblemente, Pacheco logra retratar también en sus obras las quejas que tanto suenan hoy en día y que ya desde esos tiempos sonaban. Quejas respecto a la excesiva población, la delincuencia, la contaminación, las inundaciones, entre otras. Y junto a su descripción de una ciudad que se fue, Pacheco nos describe una moral que no del todo se ha ido: una ideología que consideraba que una mujer que estuviera fuera de casa y trabajando no era decente, pues tenía que complacer en todo a su esposo; donde los niños bastardos eran relegados; el racismo era considerado normal en las escuelas y la sexualidad era sumamente censurada. En sus textos también nos retrata cómo también en ese momento existía mucha gente muy pobre y poca gente muy rica.
En el mismo viaje a través del tiempo, increíblemente, Pacheco logra retratar también en sus obras las quejas que tanto suenan hoy en día y que ya desde esos tiempos sonaban. Quejas respecto a la excesiva población, la delincuencia, la contaminación, las inundaciones, entre otras. Y junto a su descripción de una ciudad que se fue, Pacheco nos describe una moral que no del todo se ha ido: una ideología que consideraba que una mujer que estuviera fuera de casa y trabajando no era decente, pues tenía que complacer en todo a su esposo; donde los niños bastardos eran relegados; el racismo era considerado normal en las escuelas y la sexualidad era sumamente censurada. En sus textos también nos retrata cómo también en ese momento existía mucha gente muy pobre y poca gente muy rica.
Llega a ser sorprendente que al adentrarte en las lecturas
de un escrito que está ambientado en un México de hace más de cincuenta años,
algunas cosas permanezcan tan similares, como las quejas respecto a
inundaciones, delincuencia, sobrepoblación, pobreza, abuso de los gobernantes,
etc. Y es justo eso lo que se buscó retratar en el cuento que abre este
escrito: remarcar que hay temas que en la ciudad parecieran permanecer desde
hace mucho tiempo y que rompen el tejido social, y que el sentimiento de
impotencia ante el caos de la ciudad que mostró Pacheco en sus obras es
igualmente compartido con el presente. Por otro lado, también se puede
vislumbrar una superación en la actualidad respecto al trato a la mujer, que cada
vez es más libre e independiente, así como de la actual regularización en
escuelas respecto al tema del racismo y del bullying.
Como se ha mencionado, la vasta obra de José
Emilio Pacheco nos ofrece magníficos poemas, cuentos tanto terroríficos como
enigmáticos y novelas fascinantes. Es un autor que brilla por su sencillez, pues
no utiliza un lenguaje rebuscado y no por ello carece de precisión. Aspecto que
lo vuelve sumamente recomendable para cualquier lector. Pacheco es un gran
exponente mexicano que vale la pena recuperar, pues con su sencilla pluma nos
demuestra cosas tan esenciales como sentimientos
que todos compartimos y nos hace recordar que la vida es más que un compendio
de instantes, que lo importante está en lo más sencillo y que, incluso con la
desesperación y el enojo ante la caótica situación de la nación, muchos no
podemos hacer otra cosa mas que amarla. Si uno está interesado en leerlo, más
vale que se disponga a viajar a través de sus escritos, a recordar, imaginar y
experimentar todo de una ciudad que se fue...
Datos curiosos
-La banda Café Tacuba, bajo la composición del bajista Enrique Rangel en
1987, inmortalizó en la canción Las
Batallas la emblemática novela Las batallas
en el desierto. Irónicamente José Emilio y el popular cuarteto jamás
pudieron conocerse a pesar de que en una ocasión coincidieron en Querétaro.
-La misma emblemática novela fue llevada a la pantalla grande bajo la dirección de
Alberto Isaac con el nombre de Mariana, Mariana, en el año de 1987 con un
elenco que incluía a Pedro Armendáriz Jr., Elizabeth Aguilar, Saby Kamalich, etc.
-Emilio fue
conyugue de Cristina Romo Hernández mejor conocida, al adoptar el apellido del escritor, como Cristina Pacheco la
famosa periodista, escritora y conductora.
Los 5 cuentos y novelas
imperdibles de José Emilio Pacheco
5. Morirás
Lejos, 1967
Una fantástica novela que parte de un hombre
que diariamente lee el Aviso oportuno
de un periódico y se desenvuelve en múltiples posibles historias paralelas
relacionadas con el nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Debido a su estilo
único es catalogada como “literatura de incisión”, pues las posibles historias
se van insertando por partes.
4. Viento
distante, 1963
Una recopilación de cuentos un tanto más
oscuros a los de otros libros, pero que siguen tocando la temática eje de
Pacheco. Sin duda, muy recomendable.
3. La
sangre de Medusa y otros cuentos marginales, 1990 (relatos de 1956-1984)
Recopilación de cuentos que fueron
publicados en sus primeros años como escritor en revistas poco conocidas y
algunos otros que no se habían recopilado.
2. El
principio del placer, 1972
Cuentos que hacen ver lo fantástico como
cotidiano y donde lo cotidiano se hace espectral. Esta serie de relatos hablan sobre
las edades humanas desde la infancia hasta la vejez, y los cambios de enfoques
y perspectivas de la vida que hay en ellas.
1. Las
batallas en el desierto, 1981
La obra más famosa y entrañable del autor, trata de un amor imposible ubicado en la vieja ciudad de México.
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